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22/09/14

Lo absoluto

hombre profesional de traje


El hombre es una unidad, y no es tan fácil separar al creyente del pensador. De ahí que exista siempre el peligro de que nuestra fe influya en nuestro pensamiento filosófico.

Entre los metafísicos de nuestra civilización sólo ha habido uno que habló de Dios independientemente de su fe: Aristóteles. Todos los que vinieron luego, a partir de Plotino, había estado bajo el influjo de la fe.

La cuestión, pues, no es tanto si hay un Dios, sino si es una persona, un espíritu. La cuestión debatida, repito, no es si Dios existe, sino cómo hay que pensarlo.

Ninguna autoridad -ni la de todos los filósofos juntos- puede ser para nosotros motivo suficiente de ninguna afirmación filosófica. Siempre podemos y debemos preguntarnos qué motivos tenemos para admitir esa existencia.

Dios dando la mano


Según los intuicionistas, Dios, lo absoluto, no es, de algún modo, dado directamente. Nos encontramos con él en nuestra experiencia.

La existencia humana es la que se relaciona consigo mismo y con su trascendencia, es decir, con Dios.

Como se deduce de la definición de un triángulo sus propiedades, independientemente que haya o no triángulos en el mundo, así puede también deducirse la existencia de Dios.
Todo lo que es se hace. Este hacerse, una fuerza impulsora. Whitehead lo llama creativity, fuerza creadora. Puede decirse que hay tales leyes de la naturaleza, y no otras, que determinan que la manzana se haga roja o amarilla y no azul.

La diferencia entre la filosofía y las ciencias particulares consiste en que la filosofía emplea la razón sin limitaciones, mucho más allá de los términos que bastan a las ciencias particulares. Y así se llega a la afirmación de que tiene que haber un Dios, un poder sobre el mundo que determina precisamente la marcha del mundo, y un poder infinito.

escaleras sin sentido


¿Por qué hay absolutamente un mundo y precisamente este mundo y no otro? Hay que decir que en el mundo hay algo irracional, como elegantemente se expresan los que así piensan; es decir, algo sencillamente absurdo, sin sentido.

Nada tiene porque existir y, sin embargo, existe. Pero Sartre no quiere reconocer a ningún Dios. Lo tiene por una contradicción, y por eso concluye con perfecta lógica de todo, señaladamente el hombre, es absurdo, sin sentido. Sartre ha sabido como nadie formular el dilema: hay que escoger entre Dios y lo absurdo. Él escoge lo absurdo, lo sin sentido. Sartre es ciertamente un metafísico de clase superior. Aun cuando yerra, lo hace en un plano que muchos no han alcanzado.

¿Tiene entonces algún sentido filosofar, tiene justificación, explicación filosófica alguna, si todo lo que es real es absurdo? Y si es así, el filósofo puede y debe admitir la existencia de Dios, a pesar de las dificultades que lleva consigo, antes que profesar el absurdo.

Pero la situación del filósofo es otra. Dios no es para él objeto de amor y de adoración, sino de pensamiento. El filósofo intenta, debe intentar entender racionalmente a Dios.



Tiene que ser real y, sin embargo, tener en cierto sentido las notas de lo ideal, también eterno, supratemporal y supraespacial y, sin embargo, individual en cierto sentido de la palabra, y hasta más individual que ningún otro ser, totalmente concluso en sí mismo, viviente en un grado que no podemos imaginar. Pero a la vez es imposible predicar de Él algo de manera que nuestras palabras tengan respecto a Él el mismo sentido que en relación con las criaturas. Es más, cuando decimos que Dios es, este "es" tiene que significar algo distinto que entre nosotros.

Con ello cae la filosofía en un dilema. O decimos que Dios es como los otros entes, sólo que infinitamente por encima de ellos en todo aspecto, o tenemos que afirmar que no sabemos nada de Él. Lo primero es evidentemente falso. Dios no puede ser como los otros entes. Lo segundo también es falso, pues, sino sabemos nada de una cosa, tampoco podemos predicar de ella la existencia. Si decimos que algo es o existe, ya le hemos atribuido una propiedad. Una “x” vacía no puede ser afirmada como siendo, enseña la lógica.

Si Dios es infinito, parece de pronto que no puede haber nada fuera de Él. El mundo sería Dios o una parte o manifestación de Dios.

No es, como dijo un escritor superficial, el segundo caballo que tira del carro juntamente con el hombre. Tanto su ser como su obra no se sitúan junto, sino por encima de lo creado. Es otro ser y otra obra. El Dios de los filósofos -lo infinito, lo necesario, el ente que funda todo ente- ¿puede ser el mismo Dios que el Padre y Redentor amoroso de los cristianos, con el que creen hablar en la oración? Que es lo santo, no lo puede decir nadie exactamente. Pero lo santo es dado en la conciencia humana, en la experiencia del orante. Está claro ante los ojos de nuestro espíritu.

manos entrelazadas


El contraste no radica en el objeto, sino en la actitud. El filósofo mira a Dios como explicación racional del mundo. Necesita a Dios no para adorarle, sino para salvar su razón.

Y entonces, si es creyente, de la religión puede recibir la respuesta a muchas de sus torturantes preguntas. La religión no rechazará su concepto de Dios. Solo lo hará más pleno y vivo.


La filosofía sólo desarrolla su terrible fuerza formadora de la vida si está sostenida por una sincera voluntad de entender y una firme adhesión a la razón. Porque la filosofía no es otra cosa que la razón humana sin otro respecto alguno, sin limitación alguna, dirigida con toda la fuerza de que es capaz a la explicación del universo.

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16/09/14

La sociedad


equipo de trabajo formado sociedad para un crecimiento integral


Sin filosofía, buena o mala, científica o de aficionado, no pueden en absoluto sostenerse opiniones o teorías acerca de la sociedad.

Queramos o no, tenemos que adaptarnos hasta ciertos límites de la moda dominante.

Así la mayor parte de lo que sabemos lo hemos aprendido de la tradición. Es decir, lo hemos recibido de la sociedad. Y hasta lo que queremos y sentimos depende ampliamente, en la mayoría de los casos, de la educación, de lo que siente y quiere ahora la sociedad como todo.

Solo hay en la sociedad una cosa, una esencia plena, una substancia: el todo. Los individuos, los hombres particulares, son sólo partes de esta substancia.

el individuo sólo es una parte de la sociedad


Como la mano del hombre no es cosa plena en sí misma, sino una parte de la cosa total, del hombre, así el individuo sólo es una parte de la sociedad.

¿Qué es lo real: el hombre o la sociedad? ¿Cuál es el fin y cual el medio: el todo o el individuo? ¿Qué ha de sacrificarse a qué? ¿Están, por ejemplo, justificados los campos de concentración, en que millones de hombre sufren y mueren sin piedad porque así conviene a la sociedad, o hemos de decir que la sociedad no tiene derecho alguno sobre nosotros y que los atributos, el servicio militar y hasta las leyes de policía no están moralmente justificados? ¡Frente a una ficción que es el estado no tenemos ningún deber!

la sociedad contiene también las relaciones reales entre los hombres y para un fin común


La sociedad es algo más que la suma de los individuos; además de éstos, la sociedad contiene también las relaciones reales entre los hombres y para un fin común.

El bien común es aquel aspecto del bien particular que no sólo es apetecido en común por los hombres, sino que sólo en común puede ser alcanzado.

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08/09/14

El ser

conexión entre lo que sale de tu corazón y el universo


En la ontología se habla mucho del ser, y esta palabra no se empleó como verbo, sino como sustantivo. Todo lo que es es un ente. Fuera del ente no hay nada.

De ser posible, hay que reducir todas las palabras abstractas a concretas, pues la investigación se hace así más fácil y nos precavamos hasta cierto punto del desvarío que tan a menudo impera en el reino de lo abstracto.

Hemos dicho que todo lo que es es un ente. De ahí parece seguirse que fuera del ente no hay nada. Y de ahí pudiera a su vez deducirse que se da la nada; luego, que la nada de algún modo es, existe.



Hablamos razonablemente de la nada; por ejemplo, de ella estoy hablando yo ahora. Ahora bien, si hablamos razonablemente de algo, este algo tiene que ser un objeto. Luego, la nada es un objeto. Luego, la nada es algo. Y, sin embargo, es nada: luego no es.


11/08/14

El valor

los valores se enseñan en la familia


De modo general, nuestra vida está determinada por la valoración y los valores.

Una vida sin algunos momentos al menos de pura teoría, de pura contemplación no sería vida plenamente humana. Sin embargo, la contemplación no lo es todo en la vida, ni siquiera todo lo que la hace humana. La valoración y todo lo que a ella va ajeno pertenece también a la vida de manera tan esencial como la teoría.

Tan sencillos y evidentes como se presentan los valores a nuestro ojo espiritual, la situación se complica terriblemente apenas intentamos entenderlos rectamente.

Como hay hombres ciegos para los colores, así hay también ciegos para los valores.

Jesús se sacrificó por sus creencias y sus valores


Y de ahí se sigue que no debemos tener por loco a nadie porque no comprendemos su conducta. Y los mejores de nuestra raza, los que tuvieron la más lúcida visión de los valores, han sido regularmente perseguidos por la masa de los ciegos. Y, sin embargo, el progreso de la humanidad depende de estos mejores, de estos hombres que ven mejor. Sucede, efectivamente, en los valores que la visión no depende sólo de la inteligencia, sino, sobre todo, de la voluntad.

Lo que acontece es que el hombre es o se vuelve ciego para determinados valores.


La luz, la inteligencia de los valores y la fuerza para realizarlos es lo que más debiéramos apetecer en esta vida para el espíritu.