Al pensamiento, más
que a la observación, debemos las poderosas conquistas de nuestra ciencia. El
pensamiento está transformando la faz de la tierra y de nuestra vida.
La definición más
general de pensamiento puede ser: "un movimiento de ideas y
conceptos".
Un hombre que
piensa con seriedad no deja que sus ideas y conceptos floten libremente ante
él, sino que los endereza rigurosamente a un fín. Y en segundo lugar quiere
decir que el fin es saber.
Para conocer bien cualquier cosa, es necesario mirar cuidadosamente y con esfuerzo una cara tras
otra, compararlas entre sí, observando de nuevo y analizarlo desde más y más
puntos de vista. Ahora bien, todo eso es pensar.
Es verdad que se
puede creer en algo, pero creer no es saber.
La mayor parte de
las leyes de la física moderna son leyes de probabilidad; es decir, sólo
indican que un hecho se verificará con cierta probabilidad. Pero estas leyes
sobre la probabilidad son a su vez probables, evidentemente, en otro sentido.
Que razón tienen
para creer que mañana saldrá de nuevo el sol. Ustedes dirán seguramente que
porque así ha sido siempre hasta ahora. Esto no es razón suficiente.
Desde el punto de
vista práctico, la ciencia -si es auténtica ciencia- es con toda certeza lo
mejor que poseemos.
La ciencia nos
ofrece -aparte de observaciones- sólo enunciados probables. Pero en este
terreno no es posible alcanzar más en parte alguna.
La ciencia no es
infalible, y si hemos hallado como evidente algo distinto de lo que ella afirma,
hemos de estar por la evidencia contra las teorías científicas.
La ciencia sólo es
competente en su propio terreno. Por desgracia, con harta frecuencia acontece
que científicos de renombre hacen las más variadas afirmaciones que nada tienen
que ver con su especialidad.
Aún en terrenos en
que la investigación está en marcha, sabemos increíblemente poco. Lo que
acontece es que los hombres quieren llenar las enormes lagunas del saber
científico por medio de su personal filosofía, por lo general groseramente
ingenua y falsa. Esa filosofía se pregona como ciencia. Naturalmente, no son
sólo algunos científicos los que así obran, sino también muchos otros hombres.
Pero la ciencia goza de tal prestigio, que en este punto los científicos son
los más peligrosos cuando se ponen a filosofar fuera de su competencia.
La filosofía y sólo
ella puede precavernos de la ilusión o locura que tan a menudo nos amenaza de
parte de un falso pensamiento bajo la autoridad de una supuesta ciencia. Una de
las más importantes funciones de la filosofía es la defensa del pensar genuino
frente a la exaltación y el desvarío.
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