Todo hombre tiene
momentos en su vida en que se convierte en filósofo. No digo que con eso se le
haga un eminente servicio a la humanidad.
Todos hablaban de
filosofía y por filosofía entendían cosas absolutamente distintas.
Hay, primeramente,
una opinión según la cual la filosofía sería un concepto colectivo para todo
aquello que no puede aún ser tratado científicamente. En Aristóteles, filosofía
y ciencia significaban lo mismo, y que posteriormente las ciencias particulares
se fueron desprendiendo de la filosofía: primero la medicina, luego la misma
lógica formal.
Si se compara con
la nuestra la filosofía de los griegos, se ve que en el siglo XX después de
Cristo nos planteamos muchos más problemas que los que conocieron los
fundadores de la filosofía.
Es cierto que en el
curso del tiempo se han desprendido de la filosofía diversas disciplinas. Así,
en los últimos años, al separarse de la filosofía la lógica formal, surgió
inmediatamente una filosofía de la lógica. Los hechos demuestran que la
filosofía, lejos de morir por el desenvolvimiento de las ciencias, se vigoriza
y enriquece más.
Aristóteles argüia
a los negadores de la filosofía: O hay que filosofar o no hay que filosofar.
Nada hay tan divertido como el espectáculo de los supuestos enemigos de la
filosofía aduciendo grandes argumentos filosóficos para demostrar que no existe
la filosofía.
La filosofía no
desaparecerá jamás, la filosofía no es ciencia. Su objeto es lo suprarracional.
Tiene, muy poco de común con la razón. Su dominio está situado fuera de lo
racional. Filosofar no significa investigar con la razón, sino de otro modo,
más o menos irracionalmente.
Dice Ludwig
Wittgenstein: "Sobre lo que no se puede hablar, hay que callarse"
¿Cuál es el terreno
propio de la filosofía?
- Las otras ciencias conocen. La filosofía estudia la posibilidad de conocimiento mismo, los presupuestos y límites del conocimiento posible.
- Toda otra ciencia estudia lo que es. La filosofía investiga lo que debe ser.
- El hombre como fundamento y supuesto de todo lo demás.
- No existen proposiciones filosóficas, sino sólo aclaración de proposiciones.
Cada defensor de
estas opiniones echa en cara a los partidarios de las otras que no son en
absoluto filósofos. No hay más que oír con qué íntima convicción se dictan
tales juicios. Los positivos lógicos, por ejemplo, suelen marcar a fuego a
cuantos no están de acuerdo con ellos, es lo absurdo en el más estricto sentido
de la palabra. Un metafísico emite sonidos, pero no dice nada. Lo mismo los
kantianos: para ellos, todo lo que no piensa como Kant es un metafísico, si
bien esto no significa, según ellos, que digan absurdos, sino que están
anticuados y no son filósofos. Y no hablemos, por ser universalmente conocido,
del soberano desprecio con que los existencialistas tratan a todos los que no
lo son.
Es en cierto
sentido una ciencia universal. Su dominio no se limita, como el de las otras
ciencias, a un terreno estrictamente acotado. Más, si ello es así, puede
suceder, y de hecho sucede, que la filosofía trate los mismos objetos en que se
ocupan las otras ciencias.
Las ciencias
conocen; él se pregunta qué es la ley. El hombre ordinario habla en sentido y
finalidad. El filósofo estudia qué hay que entender propiamente por sentido y
finalidad. Así, la filosofía es también una ciencia radical, pues va a la raíz
de manera más profunda que ninguna otra ciencia. Donde las otras se dan por
satisfechas, la filosofía sigue preguntando e investigando.
La filosofía es una
ciencia extremadamente difícil. Donde casi todo se pone siempre en tela de
juicio, donde no rige ningún supuesto ni método tradicional.